
POTNIA THERON
Como Artemisa, con su carcaj cargado de flechas, vas tras tu presa. Nada te detiene. Ni una sudestada recamada en oro, ni un arca con mascarones de proa venidos de ultramar. Nada te detiene. Ni un automóvil abandonado, ni la rosa reflejada en el espejo, ni la nave que al puerto regresa, ni un horizonte de victoria que arde, ni el alba, ni el lugar donde lo invisible tiene su morada. Los videos juegos no son un impedimento. Los árboles que alzan sus ramas desnudas a la vera del camino, tampoco.
Señora de las fieras, potnia theron, ni la inhóspita belleza del Ischigualasto te detiene.
Nadie puede impedirte que corras tras tu presa con todas las armas que ocultás en tu corazón.
Todo es posible por el milagro de tu desnudez que te asemeja a esta ciudad que crece a orillas del Plata.
Tu desnudez, nacida bajo el signo de tauro, sirve para fabricar joyas, engarzar diamantes con piedras de verde cromo, llenar los estadios y expandir el universo, adquirir todos los bienes de mar, dar testimonio de las carpinterías del cielo, del transporte submarino, de las máquinas terrestres, del trigo.
Tu desnudez sirve para confrontar La Tablas de la Ley con las páginas de algún libro de hidromancia. Sirve para que te envidien las flores y los perfumes de las flores. Sirve para celebrar los desordenes de todos los sentidos.
Por eso nada puede detenerte, ni los cuadros de Magritte, ni la constelación boreal, ni los signos del zodiaco, ni las huestes de David con sus banderas desplegadas, ni mil bosques de arrayanes, ni una espada, ni un gentío vestido para una boda, las noches de Talampaya, tampoco.
Tu desnudez sirve para ordenar los utensilios del placer delante de Jehová, sirve para las mañanas y las tardes, y las altas horas de la noche, sirve para todas las alabanzas, las de tierra y las de mar, por eso nada puede detenerte, ni una casa de coral, ni un edificio que eleva su perfil en un paraje invernal, ni un ejército izando su bandera, ni cien nombres de tribus aborígenes, ni cuatro mil sacerdotisas con túnicas negras, los objetos de una tienda de quincallería, tampoco, tampoco los mármoles traídos de Carrara.
Desnuda sos como una lámina de oro bajo la luz de una lámpara, por eso nada puede detenerte cuando corres tras tu presa con el carcaj cargado de flechas, las ruinas de Pompeya no son un impedimento, las cartas de Tarot, tampoco, nada puede detenerte, ni los rostros de las tempestades, ni las mujeres de lenguaje numeroso, ni el Brujo Lunar, ni las razones de la Cábala, ni el Verbo, ni la rendición de Dios.
a Eugenia
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