INFIERNO O NADA
Las botellas escanciadas por Modigliani
son la oreja cortada de Van Gogh,
las cartas perdidas de Milena
dirigidas al judío de Praga
son las botellas vaciadas por Modigliani
y la oreja cortada de Van Gogh,
pero no los versos escandidos por Borges,
mientras caminaba por sus laberintos,
a pesar de la ceguera y la madre que le tocó en suerte, su infierno
nada tiene que ver con los infiernos de Modigliani y Van Gogh.
Gracias a Dios, las cartas perdidas de Milena
tienen que ver con el tiro que se pegó Vincent,
el veintisiete de enero de mil ochocientos noventa,
ese tiro no fue un nocturno en la noche,
o sí, fue un nocturno en la noche,
sinceramente, no sé lo que fue,
tal vez nadie lo sepa, o sí, Dios, si existe
-esto, ya lo escribí en otra parte, no me importa-,
me importa la oreja cortada sobre ese pañuelo
que le ofrece a esa pobre criatura desnuda y sin edad,
me importa Artaud golpeándose y aullando sobre el escenario,
Vallejo muriendo en un hospital de París,
Rimbaud con su pierna apuntada,
Baudelaire y qué mierda pasó con su viaje a Calcuta
y qué mierda tenía en la cabeza el general Aupick,
sólo a un general se le puede ocurrir hacer de Baudelaire un diplomático,
Baudelaire con el pelo teñido de verde,
presentando sus cartas credenciales a los presidentes extranjeros,
Baudelaire borracho de opio presentado a la Negra Duval
a ministros plenipotenciarios y a las esposas de los ministros plenipotenciarios:
“Mademoiselle Jane Duval, mi puta”.
Sólo un general puede soñar hacer de Baudelaire un embajador.
Pero a dónde habrán ido a parar las cartas escritas por Milena
al judío de Praga: ¿a las alcantarillas de Praga?
¿O avivar algún fuego de un vagabundo de Praga?
En esta hora, ni las certezas son verdaderas.
Hoy, hasta dudo que la belleza sea asesina.
El verdadero, único asesino, es Dios.
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