martes, 29 de mayo de 2012

NOCTURNOS

Primero

Cuando el silencio dirige las últimas maniobras de la tarde
tu presencia es necesaria como el sol para la tierra.
Por eso a los territorios reservados para las ceremonias
más íntimas, llevaré una mariposa, un vocablo otoñal,
la palabra que pronuncia tu nombre.


Segundo

Fue una noche donde el silencio impuso su maestría
sobre la palabra, fue una noche de pudores y de alas,
de valles y llanuras, de regiones húmedas, de ensangrentada luna.


Tercero

Poseerte no es la altura, es lo alto, no es lo alto, es la cima.
Poseerte no es la tierra, es el cielo y el mar,
no es el cielo ni el mar, es el azul del cielo y el azul del mar.


a Perla

VENUS


No es posible amar a una mujer
si no estamos seguros que es un desnudo de Botticelli,
y ella cuando se desnuda es un desnudo de Botticelli,
lo juro sobre la piedra sin pájaro,
sobre los libros impresos en papel biblia.

Ella surgió de la espuma del mar
desde una gran concha de madreperla
como la más bella de la diosas,
y los céfiros, suavemente, la depositaron en la Isla,
donde las estaciones coronadas de oro
la esperaban impacientes de alegría
y la vistieron con su traje de tul inacabable
y le adornaron los rubios cabellos con violetas,
para presentarla en el Olimpo,
ante la asamblea de los dioses.

Desde entonces la deseo como la desean los dioses del Olimpo.
Pero yo la poseo en mi lecho.
Yo la penetro como se penetra a una diosa,
sólo como se penetra a una diosa.

Ella abre sus piernas como abre sus piernas una diosa
para que yo la penetre y la penetre sólo como se penetra a una diosa.

La penetro y todo lo real es fantástico
y todo lo ficticio quimérico.

a Cecilia

POTNIA THERON



POTNIA THERON

Como Artemisa, con su carcaj cargado de flechas, vas tras tu presa. Nada te detiene. Ni una sudestada recamada en oro, ni un arca con mascarones de proa venidos de ultramar. Nada te detiene. Ni un automóvil abandonado, ni la rosa reflejada en el espejo, ni la nave que al puerto regresa, ni un horizonte de victoria que arde, ni el alba, ni el lugar donde lo invisible tiene su morada. Los videos juegos no son un impedimento. Los árboles que alzan sus ramas desnudas a la vera del camino, tampoco.


Señora de las fieras, potnia theron, ni la inhóspita belleza del Ischigualasto te detiene.


Nadie puede impedirte que corras tras tu presa con todas las armas que ocultás en tu corazón.


Todo es posible por el milagro de tu desnudez que te asemeja a esta ciudad que crece a orillas del Plata.


Tu desnudez, nacida bajo el signo de tauro, sirve para fabricar joyas, engarzar diamantes con piedras de verde cromo, llenar los estadios y expandir el universo, adquirir todos los bienes de mar, dar testimonio de las carpinterías del cielo, del transporte submarino, de las máquinas terrestres, del trigo.


Tu desnudez sirve para confrontar La Tablas de la Ley con las páginas de algún libro de hidromancia. Sirve para que te envidien las flores y los perfumes de las flores. Sirve para celebrar los desordenes de todos los sentidos.


Por eso nada puede detenerte, ni los cuadros de Magritte, ni la constelación boreal, ni los signos del zodiaco, ni las huestes de David con sus banderas desplegadas, ni mil bosques de arrayanes, ni una espada, ni un gentío vestido para una boda, las noches de Talampaya, tampoco.


Tu desnudez sirve para ordenar los utensilios del placer delante de Jehová, sirve para las mañanas y las tardes, y las altas horas de la noche, sirve para todas las alabanzas, las de tierra y las de mar, por eso nada puede detenerte, ni una casa de coral, ni un edificio que eleva su perfil en un paraje invernal, ni un ejército izando su bandera, ni cien nombres de tribus aborígenes, ni cuatro mil sacerdotisas con túnicas negras, los objetos de una tienda de quincallería, tampoco, tampoco los mármoles traídos de Carrara.


Desnuda sos como una lámina de oro bajo la luz de una lámpara, por eso nada puede detenerte cuando corres tras tu presa con el carcaj cargado de flechas, las ruinas de Pompeya no son un impedimento, las cartas de Tarot, tampoco, nada puede detenerte, ni los rostros de las tempestades, ni las mujeres de lenguaje numeroso, ni el Brujo Lunar, ni las razones de la Cábala, ni el Verbo, ni la rendición de Dios.

a Eugenia

GATICA



José María, fuiste barrio,
como un poema de Carriego,
fuiste Corrientes y Bouchard
y un cacho de Discepolín,
sí ¡fuiste tango!

No necesitabas el sábado
para llenar el ringside
y tu popular,
eras la noche de Buenos Aires
a mitad de semana,
a nadie le importaba madrugar,
eras la fiesta de los que no usan frac,
de los canillitas, que gracias a vos,
vendían más, eras la pizza y el fainá,
El Gráfico y el K. O. Mundial;
esas noches eran como el fútbol de los domingos
o como un Pellegrini o un Nacional,
eras la alegría de los pibes
que se subían al ring de Luna
a corear tu nombre,
ese grito de guerra,
esas ganas de vivir,
tus botitas celestes,
tu moño,
tu galera,
tu bastón,
tu bata
con los nombres
de Evita y Perón.

José María, me enseñaste tantas cosas…
Para mí sos como el fueye de Pichuco
O como un personaje de Godofredo…
¿Te acordás de Saráchaga y Moliere?
¿Cuándo te sentabas en el cordón de la vereda?
¿De tu perra de policía?
¿Del cine Vox?
¿De la feria de la calle Corro?
¿De tu vaturé?
¿Del rusito Palanike?
… El rusito Palanike…
Sabés, a vos te odiaban y te odian,
aquellos que lo único que saben es odiar.

¿Te acordás de los 17 de Octubre?

Bueno ¡vos fuiste y sos un cacho de 17 de Octubre!

SONETO

Quiero que seas mi ramera sagrada.
Quiero que seas como la ramera
de Gaza. De tu rubia cabellera
-paraíso salvaje o campanada-

quiero saber de mar y de cascada,
quiero saber de altura y primavera,
de horizonte infinito y hoguera,
quiero saber cómo es desnuda un hada;

tus dones de eximia salvajería
quiero celebrar con sabiduría
de amante. Entre las tallas de madera

votiva quiero que seas mi ramera:
en el bajel del amor, Afrodita,
concedeme esa gracia infinita

A MIGUEL HERNANDEZ

Pregunto por tu voz y pregunto por tu España: silencio.
Celdas de silencio, madrigueras de silencio,
guaridas, cárceles de silencio.


Miguel, tu oído está en el aire, en el agua,
en la cal, en la calentura de la tierra,
como tu canto y tu guitarra,
y yo me nutro de tu canto y tu guitarra.

Entre odas y sonetos, nanas de la cebolla,
entre un rayo que no cesa y un silbo vulnerado
la canción al esposo soldado
y ese eco de sangre y esa herramienta humillada
y ese fangal y ese polvo y ese calabozo
y este verdugo enlutando a España,
este maldecido y maldito modisto de la muerte,
esta bestia impura, este aborto,
siniestro pariente de la nada.
Miguel, estos inquisidores sin dudas y sin sueños,
trajeados de odio y sepultura y falsos rezos,
que sobornan y asesinan por monedas extranjeras,
son los mismos que condenaron a tu madre y tus hermanas
a un duro y áspero jornal;
aquellas campesinas españolas de pies y manos duras,
con cinturas de pesadilla y pechos agotados,
convertidas, entre el alba y el arroyo,
en lavanderas sin infancias;
vos las viste cosechar aceitunas,
hachar madera, amamantar,
las viste trillar centeno,
empuñar la hoz y la esteva,
andar y andar descalzas por las piedras,
las viste espigar rastrojos,
moliendo, amasando, pariendo,
las viste caminar por la nieve
con las espaldas dobladas
por el peso de la leña,
las viste remover la tierra
y blanquear las sábanas
silenciosas y resignadas
con sus cabezas cubiertas
por humildes pañuelos; sí
son los mismos que fusilaron a Federico,
los mismos que silencian tu canto y tu guitarra,
los atareados en su infierno,
las mismas botas y las mismas mitras,
esas eternas sumadoras de muerte.
Camarada, hoy, cinco de octubre
de mil novecientos sesenta y cuatro,
a las tres en punto de la tarde,
camino por tu tierra vestido y con zapatos,
por las calles deambulan el temor y la tristeza,
¡ay, cómo dolés Miguel, cómo dolés España!

A PABLO NERUDA

Soy el que te preguntó: cómo se te habla desde la oda
y te bauticé hermano del pan. Pedí silbar junto a tus rodillas
y te llamé alegría de vino, racimo de cordillera, levadura,
vaso de agua fresca en los hogares, y uní mi canto a tu canto.
Más acá de la muerte entona tu canción a la mesa servida,
al pubis de tu querida, al relámpago y al papel,
a los camaradas mineros y marineros,
y gritá tu furia de hombre justo,
gritá tu odio al chacal,
a los funestos mercenarios del infierno.
Camarada, hoy tenemos horror de aves negras.
Puro Chile, hoy tenemos tiranías de cenizas.
El alcohol y el caracol de tu poesía,
la sangre y los claveles, las piedras,
las hojas y los trenes minerales de Temuco,
el canto de tus pájaros como tus ríos,
tus amores y tus dolores
-los terribles meses de la madre España-,
el cobre y el carbón
por los descendidos túneles de la raza:
el corazón, la carne de nuestra América, asesinados,
ayer, esta mañana, hoy, ahora…
Oh dulce camarada, vos también te has muerto para no verte muerto:
fusiles contra el trigo, contra Isla Negra,
fusiles en tu casa de Santiago,
en las fábricas, en las calles,
en los patios con humilde ropa, tendida humildemente,
en las cocinas con sus olores de estatuas cotidianas,
en las mesas con sus vinos y sus panes,
en las mesas sin sus vinos y sin sus panes,
en el lecho de los amantes, ay,
fusiles contra tus agujeros y pájaros,
alcachofas, volcanes y espigas rojas,
fusiles contra tus arados y tus lilas, chacales,
chacales para Gabriela, para su simple y sencillo nombre
y más simple y sencillo oficio de maestra,
para tus lámparas enterradas y tu embriaguez de largos besos,
para tus pequeños infinitos,
para tus viajes y mis viajes, chacales,
para tu sangre y mi sangre,
para tu canto y mi canto, chacales,
para tu fuego y mi fuego,
para tu bandera y mi bandera,
para tu pueblo y mi pueblo, chacales,
¡oh varón trasandino, americano inmenso,
como entonces quiero escuchar Revolución por tu voz,
Libertad por tu voz, América por tu voz, Matilde,
para que los pueblos sepan que por nuestro continente
han pasado los hombres con su canto de amor
y su grito de amor y sus sueños de amor!

A BORGES

Vos que amabas a Dante y a Virgilio
con júbilo infinito, le cantaste
a mi Buenos Aires y la fundaste
en tu barrio, Palermo, domicilio

fraguado genialmente por tu verso,
que celebro y canto desde mi Villa
Luro, viejo suburbio de la orilla
del Maldonado, mítico universo

de poetas, fabuladores de historias,
que de algún modo son ciertas, como esa
de la luna o esa otra que atraviesa

l’Aqueronte. No todas son victorias
de la muerte, porque no es todo olvido.
Vos, de mi Buenos Aires, no te has ido.

NO AL SILENCIO (Plaqueta) ELEGIA PARA UNA MUJER AMERICANA


NO AL SILENCIO
(Plaqueta)



ELEGIA PARA UNA MUJER AMERICANA





“¡No hay grito más nutricio
ni salmo más preciado
que ese clamor de hombres
y mujeres de mi patria,
no hay himno más himno
que el canto de mi pueblo!”

Es la canción de la Amante
por boca de la Amante.

Es Ella, átomo y ciruela,
muchedumbre y primavera.

Hija desheredada de América.

La no reconocida.

La ilegítima.

Nieta de doña Petrona Nuñez
y don Joaquín Ibarguren,
nacida en Los Toldos,
hacia el sur del continente.
Todo aconteció de madrugada.
Mayo. La comadrona fue Juana,
de la tribu del cacique Coliqueo.
No hubo corchetes de oro
ni cortinas con cincuenta nudos
ni mesadas de ónix ni diademas,
tampoco hojas de naranjo para la parturienta,
ni siquiera un puñado de pétalos para la niña.

¿Cuánto desprecio sufriste?

¿Cuánto desprecio conocieron
tu madre y tus hermanas?

¿Cuántos pares de zapatos estrenaste?

¿Cómo eran tu cuaderno y tu goma de borrar?

¿Quién te dio el primer beso alumna enamorada?

Hecha para la revolución y el amor
supiste de la noche y la fatiga,
hecha para la pareja y para el joven,
para el pan, para la agricultura,
hecha para Chacabuco y Maipú,
para los matacos y la edad feliz,
para el Pilcomayo y el Paraná,
fuiste hecha para el membrillo,
la uva blanca, el maíz, la llanura
y el tomate, para el entusiasmo
y la alegría, para el trigo y la abundancia.

Fuiste hecha para las cuatro estaciones.

Para la más alta constelación,
para la más encumbrada constelación.

Fuiste hecha para Él, que te amó por tu ayer
y por tu hoy, por tu aquí y por tu allá,
por tu antes y tu ahora, fuiste hecha
para el deseo del día y de la noche,
para el deseo del más extenso día
y de la más extensa noche,
para los placeres diurnos y nocturnos,
para las más largas caricias,
para la seducción y la hora nupcial.

Fuiste hecha para establos y carpinterías,
fuiste hecha para todas las cosas:
para los cántaros de barro cocido
y las cacerolas de aluminio
y las agujas de tejer
y los utensilios de metal
y las herramientas de metal,

fuiste hecha para el azul de alfarería
y para la luna con pozos que llegaban hasta tu trenza,

fuiste hecha para las aparadoras
las empaquistas
los cerrajeros

y los atletas
y los rapsodas
y las hilanderas

para las casas habitadas
para las cosechas y el canto
¡para el más crecido canto!

Sí, es Ella, la Amante,
la rosa de Octubre,
la odiada,
la más odiada

la más desnuda de todas las mujeres

la perseguida más allá de su muerte.

Eva: exiliaron tu cadáver.

“¿Quiénes?”.

Las alimañas de siempre.
Los mercaderes del Templo.

Escupieron tu pelo.

Y con el mismo coraje
tu corazón y tu pubis.

Así lo decretaron los amanuenses.
Y las esposas de los amanuenses del odio.

Profanaron tu silenciosa hermosura,
el iris amarillo de tu sexo enmudecido.

Como si patearan a tu madre y a tus hermanas,
como si castigaran a tu pueblo:
te patearon con zapatos de cabritilla
y te castigaron con sus cinturones de víbora
y con sus anillos de oro
y con sus cadenas de oro
y con sus crucifijos de oro
y con sus alfileres de oro
y sus camisas de oro
y sus corbatas de oro

y vos, Eva María,
Eva Alfonsina,
Eva Azurduy
Eva compañera
Eva celeste y blanca
Eva americana

estabas sola

ferozmente sola

y bella, siempre bella

esplendorosamente hermosa y hermosamente bella

pero indefensa como una lámpara apagada…


Compañeros, más allá de la infamia, regresemos
a la canción de la Amante por boca de la Amante:

“¡No hay himno más preciado
ni salmo más nutricio
que ese clamor de hombres
y mujeres de mi patria,
no hay canto más canto
que el grito de mi pueblo!"


***


“Cuando una sociedad se entrega al servilismo material, cuando su juventud es llevada a una aventura donde el absurdo y la soberbia son los estandartes, la poesía no sólo tiene la misión, tiene el deber, la obligación de reconquistar la fe y la dignidad del hombre”. V. V.


LAS GUARDERÍAS DEL VIENTO

Esta página debe ser escrita
Esta historia debe ser contada.

No al silencio y no al olvido.

Los profundos ojos del viento
anuncian que hemos vuelto a morir:
en los vastos foros de la farsa
cancilleres con títulos atómicos,
otorgados en el Círculo Noveno,
humillaron, una vez más, la razón y la esperanza.

La guerra abrió el vientre de la patria:
el reino de la sangre, una vez más, avanza.

La guerra, ese hábito del hombre.
Únicamente del hombre.

Edad de jóvenes aniversarios nuestra edad.

Yo he visto lábaros
bordados por inocentes tejedoras en las plazas,
convertirse en imposibles delantales de luto.
Yo he visto, y ustedes también,
a mujeres y varones donar su única moneda.

Todos hemos visto.

¿Quiénes son los dueños de esta guerra?
¿Dónde están sus artífices clandestinos?
¿Esta infecunda noche a quién pertenece?

Y Dios, ¿dónde está?
¿O los osarios del sur no son osarios?

Dijimos no al silencio y no al olvido,
si Dios es silencio, no al silencio,
si Dios es olvido, no al olvido.

Este es el canto de los que partieron a las Islas,
esas lejanías omitidas por septiembre.
Islas de piedra y mar austral,
sin sol ni amaneceres,
de piel fría,
convocadas por el invierno.

Islas imprudentes y nuestras,
donde jóvenes americanos murieron
mordiendo agua y barro,
así lo decidieron los estultos de afuera
y los estultos de adentro:
mientras hacían frente a la muerte y al absurdo,
los embajadores sumaban sus grandes vocablos
a esa voz impostada desde el usurpado balcón.

Estamos hartos de patrones
que celebran derrotas como triunfos.

Los que mandan no son dignos.
Los que necesitan ser obedecidos no son dignos.

¿Quién responde por los hijos
perdidos en aquellas latitudes?

¿Quién?

Esta es la historia de los padres
que vieron morir a sus hijos,
pero no los pudieron velar,
ni siquiera arrojarles un puñado de tierra.

El canto, el canto honrará a aquellos
que no regresaron:
hijos de sembradoras
y hacedores de pan
de musiqueros
de albañiles
de electricistas
de ingenieros de la paja y el adobe
de expertos en motores a explosión
de ordeñadores
y ordeñadoras
de querandíes
y zurcidoras
y parturientas
de amansadores de yeguas de salvaje estirpe
de maestros de tradiciones y leyendas
americanas generaciones y generaciones
de erudita paciencia y alta sabiduría.

Este canto
es para los que marcharon a las Islas,
es para la madre de los muertos en las Islas
-unen su dolor a las mujeres de blancos pañuelos:
madres que giran y giran
alrededor de la Pirámide-.


¿Es posible que los hijos muertos
sean llorados sólo por sus madres?

¿Es posible?

Hoy, todo canto debe ser en su honor,
porque ellos dejaron su infancia
entre roquerías y harenes de lobas,
entre foqueros y oficiales del terror,
junto al general de cristiana fraseología.

En el barro.

Bajo la lluvia.

Con los labios partidos por el frío.

En Islas de horas hercinicas,
entre el miedo y el coraje
dejaron su infancia.


Bajo aquel cielo de fin del mundo.

Con las manos partidas por el frío.

Entre usurpadores extranjeros
y falsos corresponsales de guerra.

En las guarderías del viento.

Sí, lejos, lejos, allá,
ellos perdieron su infancia.

Ay.

Las madres lavaran lo lienzos de esta noche.

Sólo las madres.

Las madres.

Las madres…



(Fin de plaqueta)

AMIGA





a Gala


No sos la rosa de Sarón y nunca lo serás,
no sos un hermoso olivo en la llanura
ni un plátano junto a las aguas,
no estás enferma de amor, nunca lo estarás.

No sos un pétalo de la rosa de Sarón y nunca lo serás.

Las vigas de tu casa no son de cedro,
las columnas de tu casa no son de plata,
tu lecho no fue construido con maderas del Líbano,
los olores de tus sábanas no son olores de Israel.


No sos mi esposa ni mi hermana y nunca lo serás.
Jamás derramaré en tu cuerpo frutos del Valle,
ni flores de alheñas ni flores de nardos, nada de azafrán,
nada de canela, de aloes, de mirra, de especias aromáticas,
nada de ungüentos regios, de marfil, de zafiros,
de oros, nada que tenga que ver con la ciudad de Ur,
sólo derramaré en tu cuerpo semen y saliva,
porque estás hecha para el uso y la subasta,
para la usura de todos los que te poseen,
fuiste concebida para ser frecuentada,
fuiste concebida para servir,
para la complacencia y los favores
y los hábitos y las costumbres,
fuiste concebida para la unánime noche.

Cada vez que ofrecés tus dones,
qué batalla no da inicio, qué abundancia no da inicio,
también vos, en tu actitud de entrega te parecés al mundo,
a la razón del mundo, al inicio del mundo,
a la abundancia del mundo.

Estás hecha para verte reverberar en las aguas
de todos los ríos y de todos los mares,
estás hecha para verte reflejada en los espejos de todas las casas,
porque sos una yegua más de los carros del Faraón,
una vestal más, una hetaira más, una meretriz más,
una ramera sagrada, la menos sagrada de todas las rameras.

A VIRGILIO


Publio, dice el diccionario de mi lengua y hora
que vos sos un hábil imitador de los griegos,
particularmente de dos: Teócrito y Homero.
Yo te digo, señor de los vocablos, hermano:
Eneas te pertenece como los océanos
a Neptuno, es tuyo ese piadoso troyano,
ese héroe que esculpiste sílaba a sílaba,
palabra por palabra, verso a verso, como Dios,
todo en aquellos lejanos días generosos
y fecundos como la dirección de una noche
fecunda, más, como la rotación de la Tierra.

Estuviste en casa de la asianista de Roma,
en los círculos donde Catulo dominaba,
estudiaste la filosofía de Epicuro
y de Lucrecio, medicina y astronomía,
Publio, vos naciste en elegida y alta tierra,
comiste el mejor pan y bebiste el mejor vino.

Si yo pudiera aproximar mi canto a tu canto,
si yo pudiera reconocer y amar como vos
la inmediata realidad del trigo, sus orígenes,
ver entre las sombras y las rimas de insomnio
como Juno, soberbia, ofrece Deiopea a Eolo,
mientras Nereo, como una fiera enfurecida
se agita, brama y brama, se sacude y golpea.

Hermano mayor, invocador de la palabra,
acepta mi necesidad de dirigirme a vos,
la desordenada urgencia que tengo de hablarte,
de ofrecerte mis sílabas, mi sangre y mi canto.

Entre sublevadas cabalgaduras mayores,
tablas y marineros de Troya a la deriva,
tablas y marineros de Troya a la deriva,

¡ay!

si pudiera robarte el latido de tu verso
para seducción de la palabra y el poema.

INFIERNO O NADA


Las botellas escanciadas por Modigliani
son la oreja cortada de Van Gogh,
las cartas perdidas de Milena
dirigidas al judío de Praga
son las botellas vaciadas por Modigliani
y la oreja cortada de Van Gogh,
pero no los versos escandidos por Borges,
mientras caminaba por sus laberintos,
a pesar de la ceguera y la madre que le tocó en suerte, su infierno
nada tiene que ver con los infiernos de Modigliani y Van Gogh.

Gracias a Dios, las cartas perdidas de Milena
tienen que ver con el tiro que se pegó Vincent,
el veintisiete de enero de mil ochocientos noventa,
ese tiro no fue un nocturno en la noche,
o sí, fue un nocturno en la noche,
sinceramente, no sé lo que fue,
tal vez nadie lo sepa, o sí, Dios, si existe
-esto, ya lo escribí en otra parte, no me importa-,
me importa la oreja cortada sobre ese pañuelo
que le ofrece a esa pobre criatura desnuda y sin edad,
me importa Artaud golpeándose y aullando sobre el escenario,
Vallejo muriendo en un hospital de París,
Rimbaud con su pierna apuntada,
Baudelaire y qué mierda pasó con su viaje a Calcuta
y qué mierda tenía en la cabeza el general Aupick,
sólo a un general se le puede ocurrir hacer de Baudelaire un diplomático,
Baudelaire con el pelo teñido de verde,
presentando sus cartas credenciales a los presidentes extranjeros,
Baudelaire borracho de opio presentado a la Negra Duval
a ministros plenipotenciarios y a las esposas de los ministros plenipotenciarios:
“Mademoiselle Jane Duval, mi puta”.

Sólo un general puede soñar hacer de Baudelaire un embajador.


Pero a dónde habrán ido a parar las cartas escritas por Milena
al judío de Praga: ¿a las alcantarillas de Praga?
¿O avivar algún fuego de un vagabundo de Praga?

En esta hora, ni las certezas son verdaderas.

Hoy, hasta dudo que la belleza sea asesina.

El verdadero, único asesino, es Dios.

ODYSSEAS ELYTIS-LO DIGNO


Padre de la luminosidad y de la luz,
corazón que abre las puertas del Egeo,
los hijos de puta de siempre,
están destruyendo tu cántaro de agua inmortal
y tu caracol donde resuena el Egeo.

Esta vez no vienen marchando con esvásticas,
esta vez avanzan con banqueros.
Esta vez no viene al frente del ejército, el parroquiano
de la cervecería de Munich, ahora la cabeza visible
de este moderno ejército nazi, tiene nombre de mujer,
vestidos de mujer, peinados de mujer, tetas de mujer.

Como el Führer va por todo. Por tu cielo y por tu mar.

No es hermana de Apolo, no es hermana de Artemisa,
es gemela de Condoleezza Rice,
es gemela de Margaret Thatcher,
es heredera de la noche de los cristales,
admiradora de los pilotos que bombardearon Guernica,
por eso va por las piedras y rojas tierras
y aguas de Beocia, de tu Beocia.


¿Tendrá esposo esta mujer? ¿Tendrá amante?
¿O se habrá hecho mutilar para no caer en las indecencias del
placer? ¿O será que el placer para ella está en otra parte?
En ver a millones de desesperados por tus calles,
por el frente y por detrás de tu Partenón,
es cierto, su placer está en otra parte,
en ver grupos de hambrientos fuera de sus casas,
deambulando sin destino,
no van a sus trabajos, no regresan a sus hogares,
y los hombres no harán el amor con sus mujeres
y las mujeres no harán el amor con sus hombres.

Esta Führer del nuevo ejército alemán
los quiere mutilados como ella para el placer del amor.

El paisaje tiene que ser fantasmal,
y tiene que ser adornado con una gran dosis de violencia:
no al brinco de las corzas, no al olivo, no a la albahaca,
sí a los policías que apalean a las madres y a sus hijos,
sí a los policías que apalean a los abuelos y a sus nietos,
sí a los banqueros que aplauden y vivan a los policías,
sí a los banqueros que invitan a su mesa,
a esa señora que luce sus mutiladas tetas
ante sus lascivas miradas de adoradores del euro.

Vos que amabas la tierra y el fruto de la tierra,
padre de la luminosidad, bebedor de la luz,
hacedor de los cigüeñales del sol,
los hijos de puta de siempre han decidido:
nada de embriagarse de tu día y de tu sol,
nada de Delfos, nada de Delos,
todo tiene que ser hambre y desamparo,
desamparo de fauna, de flora, de Cristo,
nada de María Nube, nada de Hélade nupcial,
no al blanco vestido de Ofelia, no a lo digno,
no a tu canto, a tu luminoso canto,
así lo decretaron los hijos de puta de siempre
y los amanuenses de los hijos de puta de siempre,
nada de floridos acantilados, de lámparas encendidas, de besos,
nada de ver crecer la honra de tu gente en el rostro de tu gente,
nada de ver crecer la honra de tu gente en tu canto,
no al que canta a los aromas – a los lechos de los amantes
no al que canta al aliento – al berro y al perejil
a las grandes palmeras que se alzan
como un sueño de grandes y rectas palmeras,
los hijos de puta de siempre entonan su eterna canción:
¡no a tu canto, a tu verbo, no a la patria de Homero!

A CÉSAR


Llego a París y es jueves, César.
Traigo una taza rota, nada del Perú
y cosas que no debo contarte.

Estoy aquí para emborrachar el traje triste
de tu axila y el más triste de mis pestañas.
Hermano, me torcí un pie, si seré estúpido,
justo hoy que bombardearon Vietnam,
y vos estás muerto, si serás estúpido.

Estoy como gato en la ventana, sin cuchara,
sin pantalón y con un cinto de lata
encontrado a la izquierda de Nuestra Señora.
Saint Germain de Prés, un paisaje de otoño,
en Montparnasse las palomas son hojas muertas.
Cuántas cosas tristes camarada: gente por las calles,
algunos perros peinados en peluquerías para perros
y vos estás bien muerto y yo me torcí un pie.

Si seremos estúpidos.

ESTE AMOR


Este amor es una cacería de bestias,
un alto homenaje a las rosas del verano,
una invocación a pescadores y talabarteros,
a las asambleas populares y a los dueños de las divisas,
a los esposos sensibles a Erato y Euterpe.

Gracias a este amor todo es verdad:
la ocupación de territorios extranjeros,
Vicapujio, Ayohuma, Tequendama,
la marcha de Aníbal sobre las Galias,
el mediodía, las hullas de tus pies,
Artemisa arrojando lobeznos a las llamas,
la hora del té, esta ciudad donde vivimos
como en la Sicilia devastada por Dionisio:
aquí Apolo vence a la Pitón y persigue a Dafne,
Paris huye con Helena y Amnón viola a Tamar.
Mientras tus hijos rinden culto a Caissa
Plutón rapta a Proserpina y Ceres desespera.

David posee a Betsabé, a Jaguit, a Maaca.

Tu boca fue hecha para todos los excesos,
por eso cuando hacemos el amor
Isidoro Ducasse se cruza con Lohengrin,
Dante y Virgilio atraviesan el Aqueronte
y Maldoror maldice a Lautréamont;
cuando tus ojos y tu pelo me persiguen
es la hora en que Bruto mata a César.

a Perla