EL AZAR
El azar me llevó hacia ellos. No recuerdo qué andaba haciendo por ahí,
caminando por Lavalle, a esa hora, dos de la tarde. Iba a entrar en el bar de
Carlitos, cuando desde la puerta, los veo a los dos sentados a una mesa, por
supuesto, giré y me fui.
Dije el azar porque nunca anduve detrás de ella, de su
celular, de sus mails, persiguiéndola, acechándola, preguntándome si me
ocultaba pequeñas o grandes cosas. Nunca tuve interés por su pasado, o al menos
así lo creía. Pero desde el momento que la vi junto a ese tipo, despreciable,
para mí, nació mi curiosidad, mi preocupación por la cara oculta de esa bella
mujer, con la que compartía lecturas, amigas y amigos comunes, juegos
perversos, juegos adulterados, juegos vertiginosos, vicios y adiciones,
opiniones encontradas, confesiones y secretos, ternuras, violencias, miedos.
No nos amábamos, hacíamos la amistad, eso creíamos, pero no
era lo que latía en nuestros corazones.
El marido era belga, decía que era belga, a mí no me
importaba, ahora no sé si no me importa.
El tipo con quien la sorprendí, posa de una especie de
Faulkner, de un consumado maestro de la economía del lenguaje, de un duro, y a
la vez de un poeta de los silencios, de los blancos en la hoja blanca.
El tipo con quien la sorprendí, vive demostrando en sus
libros todo el daño que nos hicieron y nos hacen los caudillos populistas de
estas bárbaras regiones. Lo simpático de este esfuerzo, de esta noble tarea, es
que este tipo, despreciable, para mí, es estalinista.
¿Y ella qué es? ¿Una hipócrita, una cínica, una impostora, o
una cobarde, como yo? En definitiva ella es todo lo que muestra, todo lo expone
a la mirada de los otros, y todo lo que oculta, como yo. Como todos.
Me oculta cómo se comporta en la cama con ese individuo. Lo
va a tener que contar todo, detalle por detalle. Lo contó todo.
´´´
El tipo le sugirió que comprara un collar y una cadena para
perro, ella compró el collar y la cadena. Él le pidió que le ponga el collar y
lo trabe con la hebilla. Lo hizo. Estaban totalmente desnudos en el dormitorio
del tipo, en el departamento que tenía, y tiene, en la calle Superí. El tipo
vivía allí con su mujer, que lo dejó, y se fue a vivir a Córdoba y después a
Santiago del Estero. Según cuenta el tipo, la mujer se la pasa diciendo a todo
el mundo, que él intentó tirarla de un quinto piso, de un albergue transitorio.
El tipo se puso en cuatro patas y le pidió a ella, que lo
arrastrará por todo el departamento. Ella obedeció. Fueron al living, al baño,
a la cocina, al lavadero. Ella le preguntó si quería que lo llevara al balcón,
él le dijo que no. Ella insistió, él volvió a decir que no.
El tipo le exigió que vaya al sex-shop, de avenida Belgrano,
que está cerca de la casa de ella y comprara lo que le guste; le dio el dinero.
Ella eligió ropa interior negra, zapatos verdes de tacos altos, medias verdes
caladas, ligas rojas, una campera y una pollera corta de jean verdes, dos
muñequeras de cuero negro, con tachas amarillas y un cinturón negro, de cuero,
con tachas amarillas.
Él, sentado en el living, cuando la vio entrar vestida con
todo eso, le dijo:
-Mi
mujer tiene mejor gusto.-así la atacó el
tipo, y ella le contestó, sin vacilar:
-Pero te dejó.-
-Vos también me
vas a dejar.-
-Primero me voy
a sacar bien las ganas, el gusto de vos. Me voy hacer cojer mejor que ella. Te
lo juro.-
-¿Tan segura
estás?-
-Cuando deseo
algo, lo consigo. No me importa el precio que tenga que pagar.-
-Puedo
resultarte muy caro.-
-Peor para mí,
pero no imposible.-
-¿Cuál es el
precio que más pagaste, y por quién?-
-Por un ciego.-
-¿Cómo fue
eso?-
-Me casé.-
-¿Vos estuviste
casada con un ciego?-
-Durante dos
años y medio, casi tres.-
-¿Tanto te
gustaba el ciego?-
-Era un hermoso
animal, alto, fornido, elegante, una verdadera bestia sexual. En verdad bisexual.-
-¿Cómo empezó
eso?-
-En el ascensor
del edificio en que vivía. Sin decirme una palabra se me tiró encima. Lo
acepté. Le di la boca. Me la perforó con la lengua, yo sentía que rimaba con el
pedazo de carne que tenía entre sus piernas y apoyaba sobre mi vientre. Hacía
magia, prodigios, con esa lengua. Me hacía hacer y decir lo que quería. Cuando
me agarraba del culo y después de los muslos y me subía a la mesa que tenía en
la cocina, junto a la ventana, que da al edificio de enfrente, y metía su cabeza
entre mis piernas y me chupaba la concha, sufría de tanto placer, me perdía, me
hundía en silencios lentos, suaves y profundos, para después estallar en ¡Hijo
de puta! ¡De mil putas! Me ¡matás! ¡Matame! ¡Matame! Y quería que eso no
terminara nunca, y le pedía y le rogaba y le exigía, le exigía que siguiera:
¡Seguí, seguí! Pero era tan hijo de puta, que muchas veces interrumpía su
trabajo, según él, decía que eso era un trabajo, y tenía razón, es un trabajo,
el más justo, el más sublime, y él, cruel, lo interrumpía, para hacerme girar
en el vacío, ese vacío no es la nada, es dolor, pero no dolor de placer, de
goce, es dolor de abandono, de ausencia, de sentirse sola, de saberse sola, de
no tener de dónde asirse, de dónde agarrarse, es como sentirse viva, pero
agonizando, y de repente volvía a hundir su cabeza entre mis piernas y hundir
su prodigiosa lengua en mí, en mi vagina, en mi concha, y yo dejaba de
agonizar.
Cuando ese
trozo de carne que tenía entre sus piernas me lo metía por adelante o por
atrás, sus sacudidas eran feroces, me
hacia aullar, como aullaba mi madre, cuando alguno de los peones del campo que
teníamos en Junín, la poseía entre la leña y las montañas de papas.-
-¿Y tu padre?-
-Se volvió a
España. Me gustaba todo lo que me hacía el ciego, pero lo que más disfrutaba,
era que me cojía sin forro, nunca tuve miedo, y nunca me pasó nada. Él siempre
estaba lleno, cargado de leche, y cuando abría las compuertas, una marea alta, incontenible,
se convertía en aluvión, no sólo me llenaba la concha de semen, también el
semen corría libre por mis piernas, y todo eso lo disfrutaba como la hembra, como la yegua que soy. Pero las calenturas
como el amor, tienen fechas de vencimiento.-
-Una hermosa
historia. Podrías escribir algo.-
-No me ocupo de
sagas familiares, y menos de historias donde lo erótico se confunde con lo
pornográfico y lo obsceno, y lo escatológico.-
-Pero vos
practicas todo eso. Y con un talento singular.-
-Es cierto,
pero no me gusta hacerlo público, y menos en un libro. Tengo hijos.-
-Yo también
tengo hijos, dos, y una hija.-
-¿Y no sentís
vergüenza, pudor ante ellos?-
-Ellos no
tienen vergüenza de drogarse, tomar alcohol hasta reventar, y presentarse ante
mí y ante su madre, ¿por qué tendría yo que censurarme?-
-Vos los
trajiste al mundo. Ellos no te pidieron venir aquí. Vos decidiste por ellos.-
-También otros
decidieron por mí.-
-Con más razón.
Vos eras consciente de lo que te hicieron a vos, entonces eras el menos
indicado para decidir por ellos, y arrojarlos a esta mierda. Mirá lo que somos
nosotros. Yo, una puta, vos un perverso. Peor, yo casi una puta, vos casi
un perverso. Yo no le llego ni a las ligas de la esposa, ni a los calzones de
la suegra del divino Marqués, y vos ni a los escarpines del Marqués.-
-Yo conocí el
amor, y supongo que vos también.-
-Es cierto, ¿de
qué nos sirvió? De nada. Claro que amé al padre de mis hijos. Él también me
amó. Pero cuando el amor empezó agonizar, apareció la realidad, la verdadera,
la única, y aquí estamos, yo con este disfraz, vos, desnudo, masturbándote.-
-Vení,
chupámela.-
Fui hacia él.
´´´
Le pregunté qué sabía él de mí, de nosotros.
-Muchas cosas.-
-¿Por ejemplo?-
-Que lo detesta, como hombre y como escritor.-
-¿Sólo hasta ahí?-
-No. Como somos íntimamente.-
-¿Muchas precisiones?-
-Las necesarias.-
-Velas. Vibradores. Inodoro. Bidé. Bañera. Dulce de uva.
Finlandia Light Cheddar… Manzanas verdes…-
-Ropa interior negra-zapatos verdes de tacos altos-medias
verdes caladas-ligas rojas-campera y pollera corta de jean verdes-muñequeras
negras con tachas amarillas-cinturón negro con tachas amarillas.-
-Gracias.-
-No lo pude evitar.-
-¿Te obligó?-
-Para nada.-
-Entonces, ¿por qué?-
-Te lo dije, no lo pude evitar. Era una necesidad. Le tenía
que contar cómo te disfrazabas.-
-Y lo que hacés con tu marido, ¿también le contás?-
-No.-
-¿El tema es conmigo?-
-Sí.-
-¿Por qué?-
-No lo sé, o sí, lo sé, pero no sabría explicarlo.-
-Vamos mal.-
-Pienso que sí.-
-¿Cuánto hace que te acostás con ese imbécil?-
-Desde que volví del Perú.-
-¿Allí se conocieron?-
-Sí. En el congreso de escritores de Lima.-
-Un flechazo. Amor a primera vista.-
-Ironizás porque te duele.-
- Simplemente trato de comprender, de explicármelo.-
-Sabés que no hay nada que explicar, que comprender, estas
cosas suceden.-
-A vos te sucedió.-
-A mí, a vos y a él. No me hagas explicarte lo que ya
sabés.-
-¿Dónde te cojió la primera vez?-
-¿Te volviste pelotudo vos?-
-En todo caso vos me volviste pelotudo.-
-¿Qué importancia tiene dónde me cojió la primera vez? Por
si te des-an-gus-tia, por si te calma el dolor, en su departamento de Nuñez.
¿De qué te sirve saber eso? Además lo sabías.-
-Te amo.-
-Yo también.-
-Lo sé.-
´´´
Me fue fácil matarla mientras dormía. Soy un cobarde. Siempre lo fui.
Victorio Veronese
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