miércoles, 4 de abril de 2012

EL AZAR



  EL  AZAR

El azar me llevó hacia ellos. No recuerdo qué andaba haciendo por ahí, caminando por Lavalle, a esa hora, dos de la tarde. Iba a entrar en el bar de Carlitos, cuando desde la puerta, los veo a los dos sentados a una mesa, por supuesto, giré y me fui.
         Dije el azar porque nunca anduve detrás de ella, de su celular, de sus mails, persiguiéndola, acechándola, preguntándome si me ocultaba pequeñas o grandes cosas. Nunca tuve interés por su pasado, o al menos así lo creía. Pero desde el momento que la vi junto a ese tipo, despreciable, para mí, nació mi curiosidad, mi preocupación por la cara oculta de esa bella mujer, con la que compartía lecturas, amigas y amigos comunes, juegos perversos, juegos adulterados, juegos vertiginosos, vicios y adiciones, opiniones encontradas, confesiones y secretos, ternuras, violencias, miedos.
         No nos amábamos, hacíamos la amistad, eso creíamos, pero no era lo que latía en nuestros corazones.
         El marido era belga, decía que era belga, a mí no me importaba, ahora no sé si no me importa.
         El tipo con quien la sorprendí, posa de una especie de Faulkner, de un consumado maestro de la economía del lenguaje, de un duro, y a la vez de un poeta de los silencios, de los blancos en la hoja  blanca.
         El tipo con quien la sorprendí, vive demostrando en sus libros todo el daño que nos hicieron y nos hacen los caudillos populistas de estas bárbaras regiones. Lo simpático de este esfuerzo, de esta noble tarea, es que este tipo, despreciable, para mí, es estalinista.
         ¿Y ella qué es? ¿Una hipócrita, una cínica, una impostora, o una cobarde, como yo? En definitiva ella es todo lo que muestra, todo lo expone a la mirada de los otros, y todo lo que oculta, como yo. Como todos.
         Me oculta cómo se comporta en la cama con ese individuo. Lo va a tener que contar todo, detalle por detalle. Lo contó todo.

´´´

         El tipo le sugirió que comprara un collar y una cadena para perro, ella compró el collar y la cadena. Él le pidió que le ponga el collar y lo trabe con la hebilla. Lo hizo. Estaban totalmente desnudos en el dormitorio del tipo, en el departamento que tenía, y tiene, en la calle Superí. El tipo vivía allí con su mujer, que lo dejó, y se fue a vivir a Córdoba y después a Santiago del Estero. Según cuenta el tipo, la mujer se la pasa diciendo a todo el mundo, que él intentó tirarla de un quinto piso, de un albergue transitorio.
         El tipo se puso en cuatro patas y le pidió a ella, que lo arrastrará por todo el departamento. Ella obedeció. Fueron al living, al baño, a la cocina, al lavadero. Ella le preguntó si quería que lo llevara al balcón, él le dijo que no. Ella insistió, él volvió a decir que no.
         El tipo le exigió que vaya al sex-shop, de avenida Belgrano, que está cerca de la casa de ella y comprara lo que le guste; le dio el dinero. Ella eligió ropa interior negra, zapatos verdes de tacos altos, medias verdes caladas, ligas rojas, una campera y una pollera corta de jean verdes, dos muñequeras de cuero negro, con tachas amarillas y un cinturón negro, de cuero, con tachas amarillas.
         Él, sentado en el living, cuando la vio entrar vestida con todo eso, le dijo:
         -Mi mujer tiene mejor gusto.-así la atacó el tipo, y ella le contestó, sin vacilar:
         -Pero te dejó.-
         -Vos también me vas a dejar.-
         -Primero me voy a sacar bien las ganas, el gusto de vos. Me voy hacer cojer mejor que ella. Te lo juro.-
         -¿Tan segura estás?-
         -Cuando deseo algo, lo consigo. No me importa el precio que tenga que pagar.-
         -Puedo resultarte muy caro.-
         -Peor para mí, pero no  imposible.-
         -¿Cuál es el precio que más pagaste, y por quién?-
         -Por un ciego.-
         -¿Cómo fue eso?-
         -Me casé.-
         -¿Vos estuviste casada con un ciego?-
         -Durante dos años y medio, casi tres.-
         -¿Tanto te gustaba el ciego?-
         -Era un hermoso animal, alto, fornido, elegante, una verdadera bestia sexual. En verdad bisexual.-
         -¿Cómo empezó eso?-
         -En el ascensor del edificio en que vivía. Sin decirme una palabra se me tiró encima. Lo acepté. Le di la boca. Me la perforó con la lengua, yo sentía que rimaba con el pedazo de carne que tenía entre sus piernas y apoyaba sobre mi vientre. Hacía magia, prodigios, con esa lengua. Me hacía hacer y decir lo que quería. Cuando me agarraba del culo y después de los muslos y me subía a la mesa que tenía en la cocina, junto a la ventana, que da al edificio de enfrente, y metía su cabeza entre mis piernas y me chupaba la concha, sufría de tanto placer, me perdía, me hundía en silencios lentos, suaves y profundos, para después estallar en ¡Hijo de puta! ¡De mil putas! Me ¡matás! ¡Matame! ¡Matame! Y quería que eso no terminara nunca, y le pedía y le rogaba y le exigía, le exigía que siguiera: ¡Seguí, seguí! Pero era tan hijo de puta, que muchas veces interrumpía su trabajo, según él, decía que eso era un trabajo, y tenía razón, es un trabajo, el más justo, el más sublime, y él, cruel, lo interrumpía, para hacerme girar en el vacío, ese vacío no es la nada, es dolor, pero no dolor de placer, de goce, es dolor de abandono, de ausencia, de sentirse sola, de saberse sola, de no tener de dónde asirse, de dónde agarrarse, es como sentirse viva, pero agonizando, y de repente volvía a hundir su cabeza entre mis piernas y hundir su prodigiosa lengua en mí, en mi vagina, en mi concha, y yo dejaba de agonizar.
         Cuando ese trozo de carne que tenía entre sus piernas me lo metía por adelante o por atrás, sus sacudidas eran feroces,  me hacia aullar, como aullaba mi madre, cuando alguno de los peones del campo que teníamos en Junín, la poseía entre la leña y las montañas de papas.-
         -¿Y tu padre?-
         -Se volvió a España. Me gustaba todo lo que me hacía el ciego, pero lo que más disfrutaba, era que me cojía sin forro, nunca tuve miedo, y nunca me pasó nada. Él siempre estaba lleno, cargado de leche, y cuando abría las compuertas, una marea alta, incontenible, se convertía en aluvión, no sólo me llenaba la concha de semen, también el semen corría libre por mis piernas, y todo eso lo disfrutaba  como la hembra,  como la yegua que soy. Pero las calenturas como el amor, tienen fechas de vencimiento.-
         -Una hermosa historia. Podrías escribir algo.-
         -No me ocupo de sagas familiares, y menos de historias donde lo erótico se confunde con lo pornográfico y lo obsceno, y lo escatológico.-
         -Pero vos practicas todo eso. Y con un talento singular.-
         -Es cierto, pero no me gusta hacerlo público, y menos en un libro. Tengo hijos.-
         -Yo también tengo hijos, dos, y una hija.-
         -¿Y no sentís vergüenza, pudor ante ellos?-
         -Ellos no tienen vergüenza de drogarse, tomar alcohol hasta reventar, y presentarse ante mí y ante su madre, ¿por qué tendría yo que censurarme?-
         -Vos los trajiste al mundo. Ellos no te pidieron venir aquí. Vos decidiste por ellos.-
         -También otros decidieron por mí.-
         -Con más razón. Vos eras consciente de lo que te hicieron a vos, entonces eras el menos indicado para decidir por ellos, y arrojarlos a esta mierda. Mirá lo que somos nosotros. Yo, una puta, vos un perverso. Peor, yo casi una puta, vos casi un perverso. Yo no le llego ni a las ligas de la esposa, ni a los calzones de la suegra del divino Marqués, y vos ni a los escarpines del Marqués.-
         -Yo conocí el amor, y supongo que vos también.-
         -Es cierto, ¿de qué nos sirvió? De nada. Claro que amé al padre de mis hijos. Él también me amó. Pero cuando el amor empezó agonizar, apareció la realidad, la verdadera, la única, y aquí estamos, yo con este disfraz, vos, desnudo, masturbándote.-
         -Vení, chupámela.-
         Fui hacia él.

´´´

         Le pregunté qué sabía él de mí, de nosotros.
         -Muchas cosas.-
         -¿Por ejemplo?-
         -Que lo detesta, como hombre y como escritor.-
         -¿Sólo hasta ahí?-
         -No. Como somos íntimamente.-
         -¿Muchas precisiones?-
         -Las necesarias.-
         -Velas. Vibradores. Inodoro. Bidé. Bañera. Dulce de uva. Finlandia Light Cheddar… Manzanas verdes…-
         -Ropa interior negra-zapatos verdes de tacos altos-medias verdes caladas-ligas rojas-campera y pollera corta de jean verdes-muñequeras negras con tachas amarillas-cinturón negro con tachas amarillas.-
         -Gracias.-
         -No lo pude evitar.-
         -¿Te obligó?-
         -Para nada.-
         -Entonces, ¿por qué?-
         -Te lo dije, no lo pude evitar. Era una necesidad. Le tenía que contar cómo te disfrazabas.-
         -Y lo que hacés con tu marido, ¿también le contás?-
         -No.-
         -¿El tema es conmigo?-
         -Sí.-
         -¿Por qué?-
         -No lo sé, o sí, lo sé, pero no sabría explicarlo.-
         -Vamos mal.-
         -Pienso que sí.-
         -¿Cuánto hace que te acostás con ese imbécil?-
         -Desde que volví del Perú.-
         -¿Allí se conocieron?-
         -Sí. En el congreso de escritores de Lima.-
         -Un flechazo. Amor a primera vista.-
         -Ironizás porque te duele.-
         - Simplemente trato de comprender, de explicármelo.-
         -Sabés que no hay nada que explicar, que comprender, estas cosas suceden.-
         -A vos te sucedió.-
         -A mí, a vos y a él. No me hagas explicarte lo que ya sabés.-
         -¿Dónde te cojió la primera vez?-
         -¿Te volviste pelotudo vos?-
         -En todo caso vos me volviste pelotudo.-
         -¿Qué importancia tiene dónde me cojió la primera vez? Por si te des-an-gus-tia, por si te calma el dolor, en su departamento de Nuñez. ¿De qué te sirve saber eso? Además lo sabías.-
         -Te amo.-
         -Yo también.-
         -Lo sé.-

´´´

Me fue fácil matarla mientras dormía. Soy un cobarde. Siempre lo fui.

          
 Victorio Veronese

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