lunes, 30 de abril de 2012

LA FOTO DE LA OTRA HABITACIÓN


LA FOTO DE LA OTRA HABITACIÓN

Sin saber porqué se sorprendió, observando el decorado que lo rodeaba. Con la mirada recorría las paredes de la habitación. Los cuadros colgados. La araña con caireles en forma de rombos. La ventana que da a la calle. La silla junto a la ventana. El placard. En la mesita de luz, el libro que está leyendo, y sobre el libro los anteojos. Un cenicero lleno de colillas de cigarrillos junto al libro. Sobre la cómoda, otro cenicero lleno de colillas. Ese cenicero está en el extremo izquierdo de la cómoda, izquierdo observado desde la posición de él. En el otro extremo de la cómoda,  la cabeza del David, que le trajo el recuerdo del anticuario de San Telmo al que se la compró: León. El Arca de León. ¿O El Arcón de León? Duda. Entre el cenicero y la cabeza del David, la torre, donde guarda las piezas del juego de ajedrez que le regaló ella. Los zapatos en el piso, debajo de la cómoda, junto a los zapatos las medias. La camisa  y el pantalón tirados a los pies de la cama. El cubre cama, en el suelo, de su lado. De su lado, también, dos botellas de whisky, una vacía, la otra por la mitad. Uno a uno, con la mirada y con la mente, repasa revista a los cuadros colgados de las paredes: una Diana, desnuda, con un arco entre sus manos, está como descansando, mira hacia el suelo; una Gioconda, enmarcada en el centro del cuadro, vuelto a enmarcar; dos desnudos de Modigliani, en uno, la modelo está sentada en una silla, detrás, junto al brazo izquierdo, un trozo de género sobre un mueble, no se sabe muy bien qué es, o al menos él no lo sabe; en otro desnudo se puede ver a otra modelo dormida, o haciendo como que duerme, con la cabeza inclinada sobre su hombro izquierdo, si bien desde su distancia no lo alcanza a ver, sabe que ese cuadro, Modigliani lo firmó arriba, sobre el margen derecho; y así, de uno en uno, iba pasando del cuarto de Van Gogh, con su cama, su mesita, sus sillas, los cuadros colgados de las paredes, y en la del fondo, la ventana, a la maternidad de Picasso, con tres figuras en primer plano, con una en el segundo, y con dos en el tercero; al rostro de Martín Fierro, de Castagnino, y a los caballos  de Castagnino. El cuarto de Van Gogh, le trajo a la memoria el desagradable recuerdo que alguien se llevó, la reproducción de los zapatos de Van Gogh, ¿habrá sido ella? En la silla que está junto a la ventana, quedaron ropas de ella. También le vino a la memoria, el reportaje que le hizo a Olga Orozco, dónde le preguntó:
-¿Por qué el poema a los zapatos de Van Gogh?-
-Porque producen un sentimiento de desamparo. De intemperie. De soledad.-
También vino a su memoria, lo que le dijo Olga a Smerling, apenas terminaron el reportaje:
-Qué amiguito te trajiste. Qué manera de preguntar.-
-¿Dios o Rimbaud?-eso le preguntó.
-Dios, siempre Dios.-le respondió ella.
Él, ahora, tirado sobre su cama, con las manos detrás de la nuca, no puede evitar, pensar, el desagrado que le produjo esa respuesta.
Él, tirado sobre su cama, con las manos detrás de la nuca, fija su mirada en la araña con caireles. Caireles romboidales. Cierra los ojos. Tarda en abrirlos. La araña, por supuesto, sigue allí. Como si lo estuviese esperando. Separa su mirada de ese objeto, y ahora la detiene, sobre una mancha de humedad, que está en un rincón del techo, a su derecha, allí donde se juntan las dos paredes con el techo. Él quiere descifrar esa figura, pero no lo logra.
Él vuelve a cerrar los ojos. ¿Ella volverá como lo hizo otras veces? ¿O no regresará más a esa habitación?  ¿Sus ojos nunca más verán la mancha de humedad, la ventana, la silla junto a la ventana, la cómoda, la cabeza de David, la torre con las piezas de ajedrez, que le regaló ella? Tampoco verá las fotos de ella, que cubren las puertas del placard, del lado de adentro. Tampoco la foto en que están juntos. Pero esa foto está en la otra habitación, sobre uno de los ánqueles de la biblioteca. En esa foto, que está en la otra habitación, los dos,  están sonriendo.

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