LA
MUERTE DE PATROCLO
Victorio Veronese
¿Será cierto que Xanto y Balio tenían
el don de la palabra? No sólo los hombres mentimos, también los dioses.
Aquiles y Patroclo jamás estuvieron entre
nosotros. Tampoco Héctor. ¿Quién alguna vez escuchó un diálogo entre dos
caballos? Nadie oyó a Xanto decirle a
Balio:
-Todavía duermen.-
- No lo despertéis.-le respondió Balio.
Claro que se referían a Patroclo y a
Aquiles.
Estos dos muchachos, ¿fueron
domadores de caballos? ¿Simples jinetes? ¿Arqueros? ¿Lanceros? ¿Guerreros?
¿Amantes? ¿Cómo eran en la intimidad de
sus tiendas? Y cuando caminaban junto al mar o por los bosques, ¿iban tomados
de las manos? ¿Se bañaban desnudos en los ríos ante miradas ajenas o se
ocultaban? ¿Convivían con animales salvajes? ¿Subían y bajaban las laderas del
Ida con pasos enérgicos o lo hacían morosamente? ¿Y Xanto y Balio marchaban al
trote o solían desbocarse por los campos helénicos? No siempre marchaban al
trote, no siempre solían desbocarse.
Dicen que Aquiles se sentaba a la
orilla del mar a esperar el nacimiento del alba. Dicen que en esas ocasiones
iba vestido con una túnica de lana azul y un cinturón de hilos de plata ceñido
a su cintura. A medida que el alba avanzaba las aguas mostraban como la luna
reflejada en ellas se convertía en menos luna, iba empalideciendo hasta
desaparecer. Entonces allá, lejos, en el
horizonte, Aquiles veía como el día imponía su luz sobre la tierra y sobre él.
Allí, ante su inmensa soledad, ¿pensaría en la muerte de Patroclo, en la suya y
en la de todos los hombres? ¿Pensaría también en las muertes de Xanto y Balio?
El Rey de los aqueos fue el que
desencadenó la desgracia no sólo de Aquiles, de todos aquellos hombres y
mujeres que habitaban las tierras y las aguas de Beocia.
Los dioses del Olimpo no sólo
observaban desde el Monte Ida las cruentas batallas entre aqueos y troyanos,
también tomaban parte en ellas haciendo descender a la tierra a sus servidores
camuflados entre esos guerreros que
ofrecían sus vidas ante las encrucijadas que les deparaba el destino. Briseida
fue una de esas vidas atrapada en una de esas emboscadas tendida por los
dioses.
La bella esclava Briseida era un trofeo de
guerra ganado por Aquiles, y Agamenón se la quitó.
¿Será cierto que Apolo fundó Troya y
fue un engranaje decisivo en la escandalosa muerte de Patroclo? ¿Qué muerte no
es escandalosa?
Es mentira que en algún momento
Aquiles fue preso de una felicidad y que en el aire escuchaba relinchos y
gratos rumores, que en definitiva su destino era un destino cruel y feliz a la
vez, mentira, lo cierto es que para nada le servían su belleza, su juventud, su
supuesta inocencia y su poderosa fuerza. Patroclo estaba muerto y que el sol
asomara todas las jornadas en la vasta línea del horizonte carecía de sentido.
Ante esta verdad, que era la muerte de Patroclo, aunque no era tiempo de saber
que la tierra giraba, si Aquiles hubiese sabido que la tierra giraba, de nada
le habría servido, igual hubiera aullado de dolor y su madre acudiría a su lado
como acudió más allá de la decisiones tomada por quién sabe quién y por qué,
para que el sol ascienda por el horizonte y la tierra gire, sin importarle la
muerte de Patroclo ni la suerte de Briseida ni los aullidos de Aquiles.
Llegar a destino, alcanzar el final
de nuestras vidas, sólo nos concierne a nosotros, a los hombres y a las
mujeres.
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