martes, 6 de mayo de 2014

UNGIDA PARA TODOS LOS EXCESOS

UNGIDA  PARA  TODOS  LOS  EXCESOS
a Cecilia

Fuiste ungida para honrar el mar, el grito del mar,
altar de todos los lechos, donde revelás tus encantos:
                            -de diosa-
                            -de reina-
                            -de cortesana-
                            -de concubina-

Tu linaje nace de la espuma del mar,
por eso estás expuesta a todos los excesos,
a todos los gritos de mujeres sobre las aguas,
a los partos que te llevaron hacia Dios.

En tus hombros todo es abismo y el abismo
despeñadero y el despeñadero hondura arrojada a Dios,
son ellos los que anuncian conspiraciones que se multiplican
como los crímenes en las grandes ciudades, son los que vaticinan
la codicia de los amantes por las parcelas de ultramar.

Qué sería de este amor sin tus pequeños pechos,
mínimas caracolas de mirra o de incienso o menta,
especias de un primer día, pequeños frutos de alta elite,
testimonios de todas las ofrendas,
instancias que no huyen ni parten ni desaparecen,
cuando exijo de ellos toda la dulzura
que se oculta detrás de tu salvajería,
como homenaje a todo lo que habita la tierra.

A lo visible que se limita a lo visible, a lo real que se rinde a lo real,
se opone tu cintura que abre las compuertas del canto de los amantes,
para marchar hacia el nacimiento de todos los extravíos convertidos
en excesos que revelan lo invisible como la noche a las estrellas.

También yo recordaré tus piernas más largas aún que mis deseos,
porque también predicen conspiraciones que se multiplican
y multiplican como las violaciones de un asesino serial.

Ungida para todos los placeres, cuando te penetro,
las verdes tempestades de las olas imponen su lenguaje
y hasta las dalias huelen a nardos, a nardos que huyen hacia el mar.

                                               Mi
                                               cuerpo
                                               no
                                               ignora
                                               las
                                               formas
                                               de
                                               tu
                                               cuerpo,
                                               el mar
no ignora las formas de las olas que se alzan hacia el cielo.

En esta hora donde todos conspiran contra nosotros,
tu fragancia de mar protege y ampara
la desnudez de nuestros cuerpos,
portadora de todas las premoniciones de los amantes:
la adulación de un eco sobre tu boca,
la tibia humedad de tus axilas,
la primavera que renace después del invierno,
la fiesta que celebra el curso de las aguas,
los rayo impiadosos que invaden el universo
o la ternura del alba que avanza en la noche
o la hora nupcial que nos une salvajemente
mientras te penetro alucinado en pos
de tus flujos vaginales, de tus altísimos flujos vaginales,
somos implacables en nuestro coto privado,
todo es exaltación cuando nos amamos a campo traviesa,
orgullosos y arrogantes como el verde sobre la tierra. 

  Victorio Veronese
                                                                                           -cerca de 1995-

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