A FEDERICO
El viento empuja una
manada de bisontes sobre los techos
y arrastra
los toros de Guisando hacia las plazas,
en tanto
flechas azules devoran un esqueleto de pescado
hasta
confundirse con maniquíes electrónicos.
¿Qué saben
esos maniquíes de tu muerte?
¿Qué saben
del niño que escribe nombre de niña en su almohada?
¿Qué saben
de la mariposa dibujada sobre tu párpado de seda?
¿Qué saben
de los cuerpos que en soledad se consumen delante de un espejo?
¿Qué saben de la paloma y el
leopardo,
de las siestas y los sexos mutilados
en los oscuros corredores del verano?
¿Qué saben
de los que eyaculan en las bocas de hembras fraudulentas?
¿Qué saben
de los seminaristas que se masturban?
¿Qué saben
de los que fueron arrancados de sus casas
y de las casas
de sus amigos y fusilados al alba?
¿Qué saben
de los mercenarios que tejen de la muerte sus ojos de áspero veneno?
¿Qué saben
de los generales traidores?
¿Qué saben
de tus asesinos?: hienas de ojos funerarios
hidras venenosas
pólipos de infinitos tentáculos
tumores con vocación de tumba.
¿Qué saben
de esas bestias engendradas en los recintos del crimen, por las alimañas del
estercolero?
¿Qué saben
del chacal que gritó: “¡Viva la muerte!”, con sus vocales de sucia lepra?
NADA
Nada que
desacelere la producción de misiles,
que desarmonice las nervaduras de las
ojivas nucleares,
que analice el arsénico de los
vientres de los sacerdotes,
que irrite las papilas de los predicadores del
Evangelio,
que sirva para expulsar a los mercaderes del
Templo.
Federico
esas bestias que sólo beben sangre: ¡Te fusilaron al alba!
Victorio Veronese
-cerca de 1968-
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