viernes, 13 de diciembre de 2013

GUIRNALDA DE MIRTOS

 GUIRNALDA DE MIRTOS
                                                                                     a Carmen

Te hablé del santuario de Venus-Afrodita en Pafos, pero no de los mirtos ni de los vestidos de las Nereidas,  dicen que eran del tono de las aguas marinas de entonces.
Pero ya no recuerdo qué era lo que imitaba a los mirtos de Pafos, ni las razones de las amatistas, ni de las rosas blancas, ni el por qué de las grullas grises de Tracia.
Ya nada sé de bellotas, de almendras, de una cera que le daba el nombre a cierto tejido de lana.
Pero sí sé que cuando la primavera llegaba a Pafos, las flores volvían a renacer, haciendo estallar las yemas de las vides.
Hoy recuerdo, porque me lo hacés recordar, que Ovidio dice: a las morenas le sientan las túnicas y los vestidos blancos.
Las morenas son codiciables como las tiendas de Cedar.
Las morenas son codiciables como las sedas de Salomón. 
Son comparables a yeguas de carros de Faraón.
Son las más sabias libadoras de los vinos de Beocia y de Sicilia y de los licores de Andalucía.
Vinos y licores que guardaban junto a las joyas en las  tiendas hechas de cuero y lienzo que se alzaban en las tierras de Israel.
Esas muchachas morenas nada tenían que envidiar a Venus-Afrodita.
Cuando la diosa surgió desnuda de la espuma del mar, se ocultó de las miradas detrás de una rama de mirto y más tarde Eros la coronó con una guirnalda de mirtos, por eso en el Ática, los contrayentes, lucían una corona tejida con ramas y flores de mirto.

Sí, le estoy cantando a tu belleza.
Victorio Veronese

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