GUIRNALDA DE MIRTOS
a
Carmen
Te hablé del santuario de Venus-Afrodita
en Pafos, pero no de los mirtos ni de los vestidos de las Nereidas, dicen que eran del tono de las aguas marinas
de entonces.
Pero ya no recuerdo qué era lo que
imitaba a los mirtos de Pafos, ni las razones de las amatistas, ni de las rosas
blancas, ni el por qué de las grullas grises de Tracia.
Ya nada sé de bellotas, de almendras,
de una cera que le daba el nombre a cierto tejido de lana.
Pero sí sé que cuando la primavera
llegaba a Pafos, las flores volvían a renacer, haciendo estallar las yemas de
las vides.
Hoy recuerdo, porque me lo hacés
recordar, que Ovidio dice: a las morenas le sientan las túnicas y los vestidos blancos.
Las morenas son codiciables como las
tiendas de Cedar.
Las morenas son codiciables como las
sedas de Salomón.
Son comparables a yeguas de carros de
Faraón.
Son las más sabias libadoras de los
vinos de Beocia y de Sicilia y de los licores de Andalucía.
Vinos y licores que guardaban junto a
las joyas en las tiendas hechas de cuero
y lienzo que se alzaban en las tierras de Israel.
Esas muchachas morenas nada tenían
que envidiar a Venus-Afrodita.
Cuando la diosa surgió desnuda de la
espuma del mar, se ocultó de las miradas detrás de una rama de mirto y más
tarde Eros la coronó con una guirnalda de mirtos, por eso en el Ática, los
contrayentes, lucían una corona tejida con ramas y flores de mirto.
Sí, le estoy cantando a tu belleza.
Victorio Veronese
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