LA NUEVA SULAMITA
a Carmen
En tus ojos no habitan el azul o celeste del cielo
ni el azul ni el celeste ni el verde del mar,
son dos aceros negros que brillan como dos dagas negras.
Vos sabés donde se hundieron y porque y para que.
Esos dos aceros son más que los cien racimos de pasas
y cien panes de higos secos y decenas de cueros de vino,
que Absalón ocultó en una granja de Israel.
Esos manjares, esos ecos, esas aguas, esos ríos, esos
recreos,
donde los apacentadores de cabras alimentan sus rebaños,
serán saqueados, depredados, con alta sabiduría.
Vos también sos codiciable como las morenas hijas de
Jerusalén,
tus mejillas son
hermosas entre tus pendientes
y tu cuello entre tus collares, tu risa es un racimo de uvas
de En-gadí.
Sos hermosa amiga mía, sos bella amiga mía
como un manzano entre árboles silvestres,
como un lecho de lirios y de alheñas,
sos hermosa, sos bella, como Artemisa
con su carcaj y su arco y sus flechas corriendo
con sus pies desnudos tras su presa.
¿Qué dios no te vio huyendo por bosques inciertos?
¿Qué Aquiles no te detuvo y leyó tus manos?
¿Será cierto que el
fuego ya no arderá en marcha?
¿Que vivirá día y noche en nuestro hogar?
¿De quién heredaste
tanta riqueza?
¿De la que te dio a luz debajo del manzano?
Me detendré en tus hombros, en tu boca,
en tus axilas, en tu espalda, en tus muslos,
en tus rodillas, entre tus piernas
y hurtaré uno a uno todos tus aromas
y uno a uno todos tus olores.
Tu pelo es otra daga negra.
¿Qué no derramaré en tu pelo que no derrame en tu boca?
¿Qué no derramaré en tu boca que no derrame allí,
¡donde jamás falta bebida!?
En ese manantial de
hidromiel y ambrosia beberé hasta saciarme.
Entonces, ¡oh Sulamita! ¡oh Esposa!, ¿quién implorará a
quién?
Victorio
Veronese
la pequeñez del hombre, frente a la superiorirad que se le impone desde la inusitada belleza de la hembra.Entonces,sucumbe;no hay otro camino, ni coartada,ni salida
ResponderEliminarGracias, gracias...
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