UNGIDA PARA
TODOS LOS EXCESOS
a Cecilia
Fuiste
ungida para honrar el mar, el grito del mar,
altar de
todos los lechos, donde revelás tus encantos:
-de diosa-
-de
reina-
-de cortesana-
-de concubina-
Tu linaje
nace de la espuma del mar,
por eso
estás expuesta a todos los excesos,
a todos los
gritos de mujeres sobre las aguas,
a los partos
que te llevaron hacia Dios.
En tus
hombros todo es abismo y el abismo
despeñadero
y el despeñadero hondura arrojada a Dios,
son ellos
los que anuncian conspiraciones que se multiplican
como los
crímenes en las grandes ciudades, son los que vaticinan
la codicia
de los amantes por las parcelas de ultramar.
Qué sería de
este amor sin tus pequeños pechos,
mínimas
caracolas de mirra o de incienso o menta,
especias de
un primer día, pequeños frutos de alta elite,
testimonios
de todas las ofrendas,
instancias
que no huyen ni parten ni desaparecen,
cuando exijo
de ellos toda la dulzura
que se
oculta detrás de tu salvajería,
como
homenaje a todo lo que habita la tierra.
A lo visible
que se limita a lo visible, a lo real que se rinde a lo real,
se opone tu
cintura que abre las compuertas del canto de los amantes,
para marchar
hacia el nacimiento de todos los extravíos convertidos
en excesos que
revelan lo invisible como la noche a las estrellas.
También yo recordaré tus piernas más largas aún que mis
deseos,
porque también predicen conspiraciones que se multiplican
y multiplican como las violaciones de un asesino serial.
Ungida para todos los placeres, cuando te penetro,
las verdes tempestades de las olas imponen su lenguaje
y hasta las dalias huelen a nardos, a nardos que huyen hacia
el mar.
Mi
cuerpo
no
ignora
las
formas
de
tu
cuerpo,
el
mar
no ignora las formas de las olas que se alzan hacia el cielo.
En esta hora donde todos conspiran contra nosotros,
tu fragancia de mar protege y ampara
la desnudez de nuestros cuerpos,
portadora de todas las premoniciones de los amantes:
la adulación de un eco sobre tu boca,
la tibia humedad de tus axilas,
la primavera que renace después del invierno,
la fiesta que celebra el curso de las aguas,
los rayo impiadosos que invaden el universo
o la ternura del alba que avanza en la noche
o la hora nupcial que nos une salvajemente
mientras te penetro alucinado en pos
de tus flujos vaginales, de tus altísimos flujos vaginales,
somos implacables en nuestro coto privado,
todo es exaltación cuando nos amamos a campo traviesa,
orgullosos y arrogantes como el verde sobre la tierra.
Victorio Veronese
-cerca de 1995-