EL VATE
Queridísimo Vate, en realidad tendría
que empezar esto que estoy escribiendo, que seguramente será un capítulo de la
continuación de El profesor de ajedrez,
como empiezo la epístola a Allen Ginsberg, eliminando lo de ex comunista,
porque vos nunca fuiste comunista. Lo que motivó que esté sentado ante la pantalla de mi compu,
es que anduve metiendo mano en los estantes de mi biblioteca y aparecieron
varios libros escritos por usted. Además tengo en uno de los placares una bolsa
de plástico con material suyo, no sé si en algún momento iré en busca de ellos
para utilizarlos en este relato. Usted sabe que también tengo en mi poder una
orden judicial donde dice que andan detrás de su paradero, nunca supimos cómo
ese papel está en mis manos, pero cuando llegó a mí usted estaba en la
provincia de Córdoba. Su madre me llamó y me preguntó si sabía de su persona,
estaba preocupada, la justicia, la justicia no, la policía, siempre la policía,
iba en su busca.
Vate, ¿Por qué no me dejó robarle el
poncho que usó Saint-John Perse a don Alva Negri?
En Canción para una Fotografía de Ausencia, en su dedicatoria me habla
de los hilos celestes de los ángeles, que nos anudaron en lo invisible, para la
radiación más fuerte del poema. Ya sé, me va a decir que no es exactamente lo
que escribió, pero qué importancia tiene si traiciono sus palabras para
acercarnos más a la poesía, en este caso a la prosa.
Miento cuando le digo a alguien que
me pregunta por usted, y estamos peleados, sin hablarnos, que cuando nos hablamos
vivimos punteándonos, porque no es cierto, el que lo putea soy yo, usted se
enoja pero no me putea. Pero también es verdad que mis puteadas no sirven para
nada, sigue creyéndole a Clarín, a Lanata, votando a los radicales, o
hablándome de las virtudes de Binner,
cómo un poeta de raza como usted puede comulgar con esa gente. Está claro
porque lo puteo. Usted me saca del tablero, se niega a reconocer que la
escaquera de la diosa Caissa tiene sesenta y cuatro escaques. Yo no me enojo con usted y con los que están
parados en su misma vereda, porque piensan distinto, no, tienen todo el derecho
a pensar distinto, lo que no pueden afirmar desde ese podio que construyeron en
su imaginario, que San Lorenzo, River e Independiente nunca se fueron al
descenso, ese es el tema. San Martín cruzó los Andes, no Belgrano. Pretender que Belgrano cruzó lo Andes en lugar de San
Martín no es pensar distinto, es falsear la historia. Claro que me enojo y lo puteo, pero usted tiene que
reconocer que es agotador todo el tiempo andar explicando lo obvio, lo
evidente, y ya soy grande. Sé que lo pone mal a uno no tener la razón de su
lado, y es que es más difícil saber perder que saber ganar, pero la razón no se
impone tirando las piezas del tablero cuando se pierde, y menos, muchos menos,
bombardeando Plaza de Mayo.
En El Circo Natural acontece que hay dos dedicatorias, la primera a
Osvaldo Moro, además está su dirección de la calle Campana, su teléfono particular,
y lo significativo: hay dos números telefónicos de su oficina. ¿Se da cuenta?
Le digo oficina, porque usted puso oficina,
¡qué escándalo! Usted en una oficina. A usted le creen que trabajó en una
oficina, a Blumberg le creyeron que era ingeniero, a mí no me creen que soy Experto en motores a explosión, se da cuenta cómo está diseñada la
inteligencia del proparty porteño, usted mismo, más de una vez, cuando ve el
diploma que cuelga en una de las paredes de mi bunker, se ríe. ¿De qué se ríe
de mí o del absurdo que se me pueda considerar legamente a mí, precisamente a
mí, experto en motores a explosión? Se da cuenta en qué mundo vivimos. Yo sé lo
que usted hacia en esa oficina, pero no voy a decir nada, que no diga nada, tal
vez en algún momento lo lamentemos, como hoy nos lamentamos no haberle robado a
don Tomás Alva Negri el poncho que usó Saint-John Perse en su viaje a Tierra
del Fuego. Le recuerdo: tuvimos en nuestras manos las fotos donde se veía a
Perse con el poncho en Tierra del Fuego y en ese mismo momento junto con las
fotos teníamos en nuestras manos ese poncho, yo le propuse que lo robáramos, y
usted en un ataque feroz de aseo, de decencia, de honestidad, se negó. Lo debo
querer más de lo que yo creo que lo quiero Vate, porque su actitud fue la
negación de un acto poético que de haberlo consumado nos hubiese embellecido a los dos.
Le decía que El Circo Natural tiene dos dedicatorias, la primera a Moro, y la
segunda reza así:
Certificado de pertenencia: Por
intermedio de estas líneas, yo, Jorge Ricardo Smerling, de puño y letra y bajo
un cielo que atrae con el movimiento de los astros, la serena e inquieta noche
de los amantes de los cuerpos y las palabras, digo que este libro pertenece
desde este instante, al poeta V. V., y para que no hayan confusiones, también experto
en motores a explosión , similares a las secretas maquinarias del poema que
estalla en cualquier momento del día, como cada perversa y extraña metáfora en
Poesía, entre sus manos, sin más, éste: El
Circo Natural, libro que sirve de plataforma de lo que vino después, con
todo corazón a mi gran amigo V.V. Jorge
Smerling.
Después de esto, pretende que lo
inviten a lecturas de poemas y a festivales de poesía, se da cuenta que usted vive en la rareza.
Ya que hablé de vivir en la rareza,
para alegría del joven rokero Renzo
Sinisi, voy a transcribir tu poema, Vivo
en la rareza:
me pregunto
¿por qué todo es tan raro ahora?
siento que el universo duerme en la
rareza
y el mundo cae al mundo como una
piedra al cielo
¡ay Señor!
yo también caigo en ese vago sueño
donde tientan los espejismos y las
mutaciones
y de pronto
me aturden las alarmas de otra rara
luz
que me incorpora
y recuesta sobre las voces y las
músicas
y el milagroso dormirme
cuando
llega otra vez
sin
redes
la
mañana
y nada despierta para avisarme
que se han movido las cosas
del
sin lugar
y apenas es un apenas:
el corazón la taquicardia
ver los telares de la muerte sonando
y sonando
en sus escasos movimientos
y es tan raro Señor
todavía
aún
y todavía
y cuando solamente el mundo sobre mis
ojos
azules pasando
como
el libre cometa desterrado hacia el peligro
¡y
es tan raro
Señor
seguir
vivo de este modo!