lunes, 23 de septiembre de 2013

El Profesor de Ajedrez de Victorio Veronese por Margarita Ferrer



RESEÑA DE LIBROS

EL PROFESOR DE AJEDREZ DE VICTORIO VERONESE

Por Margarita Ferrer

La novela siempre ha sido un género difícil de delimitar, sobre todo a partir de la narrativa desarrollada en el siglo XX, cuando el género busca otras formas de expresión y otra manera de narrar. Uno de los rasgos que la caracterizan es precisamente la complejidad, no solamente en las líneas de acción que se tienden en la historia sino también en las problemáticas de los diferentes personajes, en la estructuración temporal de la historia y,  fundamentalmente, en la invención de una trama. La trama es- como afirma Paul Ricoeur- el medio privilegiado para reconfigurar la experiencia temporal. Y es a través de una trama que  los acontecimientos diversos y dispersos adquieren la categoría de una historia.

 En la novela El profesor de Ajedrez del escritor  Victorio Veronese- publicada este año en Buenos Aires por Ediciones de La Luna Que (119 páginas)- nos encontramos con una trama que se despliega ante los ojos del lector como una partida de ajedrez, en la que los contrincantes son, en primera instancia, el narrador y el receptor. Un narrador que podemos claramente identificar con el profesor de ajedrez, aunque la persona gramatical no siempre coincida.  Y un lector que va jugando sus piezas, avanzando y retrocediendo en historias de vida construidas en el espacio de la escritura.

  La lectura de la novela nos deja la impresión de estar sumergidos en la exhibición de una serie de estrategias destinadas, como en el ajedrez,  a “derrocar” al adversario. Es esa misma tensión de contrarios del juego de ajedrez que se advierte en la lectura de la novela, cuya historia está  atravesada,  esencialmente, por situaciones binarias de opuestos planteadas desde el inicio del relato: el “ negro de mierda” y el rubio  de la zona norte de Bs. As; el ateo y el creyente; el hombre y la mujer en la intersección de sexo y violencia; la prosa y el verso para expresar un mismo acto sexual; en fin Eros y Thanatos, las dos pulsiones fundamentales de la existencia, la de la vida y la de la muerte.

Hay un presente histórico argentino, y también  un pasado que se entrelazan con las conversaciones de los personajes que viven en Buenos Aires, en un espacio geográfico concreto y en donde hay una clara posición  político-ideológica tomada.

En la contratapa del libro, su autor, Victorio Veronese afirma:
La soledad del lector o lectora, ¿con qué se va encontrar en El profesor de ajedrez?. Con las eternas preguntas del porqué del Universo y del ser humano en él, con un erotismo a veces violento a veces tierno, dulce,  siempre oponiéndose a Thánatos, porque Eros sabe que es el único que lo ofende.
¿Con qué se va encontrar la lectora o el lector de El profesor de ajedrez?. Con Arlt, con Borges, con Tomás Alva Negri, con Perse, con Jorge Smerling, con Henry Miller, con la Jelinek, con Videla, con Massera, con Allen Ginsberg, y tantos otros.
Con Maradona frente a Winston Churchill.
Con Bobby Fischer que escupe un telegrama que le envió el Departamento de Estado… y con mi soberbia.”


“El Tiempo” de Azul, 15 de septiembre de 2013

jueves, 5 de septiembre de 2013

Fragmento de "EL PROFESOR DE AJEDREZ"

Fragmento de "EL PROFESOR DE AJEDREZ"

Es evidente que el señor Hugo Biolcati es un testigo irreprochable de nuestra realidad presente y lector insuperable de nuestro pasado histórico. Es un hombre cuya vida fue esculpida a fuerza de coraje en los duros combates interiores, en la profundidad de su alma, donde se conjugan temor y temblor, tentaciones hacia el pecado de la carne, angustias y vértigos morales. Un testigo hipersensible ante el escándalo de la pobreza. Una espada, una coraza en defensa de los más elevados valores de nuestra argentinidad, ante aquellos que ostentan el poder con autoritarismo, soberbia, egoísmo, y arrogancia.
¿Qué sería de nosotros sin un hombre así?, cavila el profesor. Un hombre que no se detiene sólo en el aquí y ahora, se remonta al principio de nuestra historia, y cojonudamente se imagina junto a French y Beruti, es decir: se imagina armado. Y no sólo con French y Beruti, con sus amigos del alma, Buzzi, Garetto y Llambías, juntos los cuatro, como los tres mosqueteros, porque unidos jamás serán vencidos.
Es evidente que don Hugo Biolcati es heredero, si bien no de todas las virtudes de Hardoy, de muchas de ellas, como la de honrar la buena mesa, y esa aguda actitud de penetración intelectual de los procesos políticos, virtudes que lo convierten en figura consular de nuestra Argentina. Amen.

Biolcati, ¿jugará al ajedrez? Ante un voto positivo, quiere decir que correré la misma suerte que si hubiera tenido que enfrentarme con Hardoy.
Ya que estamos con los compañeros de la Rural, creemos que es oportuno recordarles a esos madrugadores laburantes de manos encallecidas y piel curtida por el sol, como los mellizos de Ángellis, que un general de la Nación, se sentó en el supuesto sillón de Rivadavia, no por la voluntad popular, sino por la fuerza de las armas, a ese general, no le quitaba el sueño la suerte de millones de argentinos, sus preocupaciones discurrían por otros andariveles, por eso estaba ocupado en conseguir un carruaje del siglo XIX o principios del XX, para hacer una entrada triunfal en el predio de la Exposición Rural de Palermo, y lo hizo. Este caballero armado solía afirmar, con su estampa de soldado aguerrido: “¡Cuando me pongo la gorra, me pongo la gorra!”. Lo cual debía ser una metáfora de: “¡Cuando me pongo la gorra, se acabó la joda! ¡¡Tiemblen!!”. Ese tipo, entrando en la Rural, se habrá sentido un San Martín cruzando Los Andes, un patriota americano dándole la libertad a Chile y a Perú.
Sí compañeros, el general Juan Carlos Onganía entró en carroza real a ese territorio enemigo de la Patria, emplazado en plena Capital de la República, y fue ovacionado y aplaudido, por ese público de manos encallecidas y piel curtida por el sol.

VICTORIO VERONESE - 2013
http://www.cuadernosdeveronese.blogspot.com