lunes, 30 de julio de 2018
miércoles, 18 de julio de 2018
PASCAL QUIGNARD
Vos me decís que antiguamente hubo un
diálogo debajo de un árbol y que ese diálogo fue volcado en el más antiguo de
los libros y que sucedía en el Paraíso (“paraíso”) y que una mujer llamada Eva después
de señalar un fruto suspendido en el extremo de una rama, mientras una
serpiente le hablaba y ella tomaba el apetitoso fruto en su mano y que todo eso
sucedía en invierno y que así es la historia del mundo y después de una pausa,
de un espacio en blanco me propones que veamos el comienzo de nuestra historia
y ahí me decís que había una montaña eternamente cubierta de nieve y que había
un pino y un caballo muerto y un cuerno que no suena y una espada que nada
destroza, separa, rompe, en el mismo momento que un hombre muere solo en una
montaña.
Me pregunto qué dirías vos si
caminando por la calle Corrientes, te metes en una librería y sobre una mesa de
ofertas te encontras con un libro en cuya tapa lleva impreso MILOSZ – Antología
Poética, abrís libro y lees:
Yo nada sé de tu pasado. Has debido soñarlo.
Sólo vislumbro tu rostro en la irisación grisácea de la lluvia.
Noviembre sepulta el paisaje. Y mi vida.
Nada sé y nada quiero saber de tu pasado.
Decime Pascal, ¿qué dirías?
Tus ojos me hablan de brumosas ciudades últimas que no he de ver jamás
y cuyos nombres jamás oiré en tu voz.
Noviembre cae sobre mi alma. Y también sobre la llanura.
Son cosas, desde hace mucho, muertas
-¡irremediablemente muertas!-
músicas sofocadas, ajadas lujurias.
Podría asegurar que noviembre aguarda tras la puerta.
Lejos, muy lejos de aquí está tu alma. Tu alma extranjera
es una noche de bruma,
de bruma y de llovizna sucia sobre los arrabales,
donde hay hombres que morirán sin haber conocido el amor.
¿Qué dirías? Milosz dice que nada
sabe del pasado de ella y que nada quiere saber. Yo te digo que miente. Milosz
miente.
Yo reconozco en ti a seres misteriosos,
a viajeros con rumbo secreto
encontrados otrora en la bruma de las estaciones
donde todos los ruidos adquieren inflexiones de adioses.
También nos dice a vos, a mí y a
todos los que lean este poema: La
Extranjera, que a veces ella se vuelve atmósfera
de feria
con sus luces lloronas y sus relentes
de enmohecimiento y vicio;
Recuerdos de nostálgicos garitos
Si yo intentase salir, si solamente cerrarse tras de mí la puerta,
di, ¿qué harías?
Y cuando el ruido de sus pasos muera
sin eco en las calles, sólo podría advertir la noche en sus ventanas.
Es como si debieses abandonarme hoy,
en un de pronto y para siempre,
sin decirme de dónde vienes y adónde vas.
Llueve sobre los grandes jardines desnudos;
mi alma está aterida;
noviembre sepulta el paisaje. Y mi vida.
Pascal, ¿qué dirías de mí, si te
contase?
en las tiendas de quincallería de San Telmo hay piedras que ocultan su
verdadero nombre detrás de máscaras que laten en el trajinar de los transeúntes:
mujeres y hombres que desfilan luciendo sus tatuajes a paso de tango por los
adoquines o sentados en las terrazas de los bares, ayer eran pulperías, por
donde anduvo Gabino Ezeiza con su guitarra, sus versos y sin tatuajes, a no
ser, un navajazo cruzándole la mejilla.
Pascal, ¿qué me dirías, qué?
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